martes, 23 de julio de 2019

Colonia, una catedral y un puente

Colonia es una ciudad moderna, importante y llamativa, una ciudad que se merece una visita sin prisas. Romana en sus orígenes, es la cuarta capital de Alemania (detrás de Berlín, Hamburgo y Munich) y, entre otras muchas cosas, la cuna de Heinrich Böll, el premio Nobel de Literatura.

La Catedral es uno de sus enormes atractivos, posiblemente su punto más espectacular. Nada más llegar, ya de noche, no pudimos resistir el impulso de acercarnos a apreciar su belleza. Realmente grandiosa. Es la mayor catedral de Alemania y la catedral gótica de mayores dimensiones del mundo. Aunque dañada, la estructura de esta imponente catedral de 157 metros de altura se mantuvo intacta y sobrevivió de forma milagrosa a los bombardeos aéreos durante la Segunda Guerra Mundial. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1996.  La Kölner Dom es uno de los monumentos más visitados de Alemania. No es de extrañar, se lo merece. Solamente por ella la visita a la ciudad estaría ya justificada pero otros muchos encantos harán que nos queden ganas de volver.


 
Dos puntos emblemáticos de la ciudad: La plaza Heumarkt con una estatua ecuestre de Federico Guillermo III de Prusia en el centro y la torre gótica del Altes Rauthaus (Antiguo Ayuntamiento).




Cruzando el espectacular puente que conecta la ciudad con el otro lado del Rin, el llamado Puente Hohenzollern (Hohenzollernbrücke), se disfruta de una vista excelente de Colonia, con la catedral enmarcada justo en el otro lado. Es un puente peatonal por el que también pasan los trenes que entran y salen de la estación central. Al igual que muchos otros puentes el de Hohenzollern vive y sufre la moda de los candados del amor, aunque aquí parece que el asunto se les ha ido un poco de las manos. Seguramente el amor (o su símbolo candado) en este lugar del mundo sea excesivo y es por eso que las autoridades germanas en varias ocasiones se han planteado la necesidad de apaciguar sus ímpetus y aplacar sus consecuencias retirándolos. Se podría pensar que lo harían amparándose en el convencimiento de que buena parte de estos amores no habrán podido soportar la eternidad a la que obligaban sus candados y por tanto éstos habrían perdido sentido, pero no, el planteamiento de su retirada se debe al enorme incremento de peso añadido que soporta la estructura y el riesgo que supone para la salud y la subsistencia del puente. 


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