lunes, 2 de septiembre de 2019

De Dordrecht a Rockanje Beach

La noche ha tenido sus dificultades para algunos. También en un buen hotel (y el Hotel Postillion de Dordrecht lo es, sin duda) pueden surgir contratiempos inesperados. Y no es esperable que la puerta del cuarto de baño se quede obstinadamente atrancada (las puertas, a veces, son de una terquedad inquietante). Y tampoco es esperable que te des cuenta precisamente cuando a las tres de la mañana te despiertas con unas ganas insoportables de ir al servicio. Y menos previsible si cabe, es que trates de recurrir al personal del hotel y no encuentres a nadie en recepción que te eche una mano para solucionar el problema. Pero bueno, esta clase de percances no dejan de ser eso y al final, de una forma u otra, se arreglan y se olvidan. Olvidado está. Ahora toca bicicleta.


La mañana se presenta un tanto inquietante para el bicicleteo por culpa de la amenaza de lluvia que se anuncia desde los cielos. Desempolvados los chubasqueros nos hacemos la foto inicial de esta última etapa del recorrido.

Nos llama poderosamente la atención la zona privilegiada reservada para las mujeres frente a la entrada principal. Después de los comentarios pertinentes lo catalogamos como un intento de discriminación positiva y manifestamos nuestro desacuerdo. No encontramos razones para pensar que se trate de algo hecho con el fin de reparar una situación de desventaja para la mujer. Probablemente al hotel acudan muchas ejecutivas pero hay que aspirar a no dispensar a las personas tratos diferentes por el mero hecho de que unas lleven corbata y otras tacones.
















Desde Dordrecht, pedaleando por los pólders y muy cerca de Maasdan nos encontramos con esta extraña especie de árbol. Se puede llamar "bicicletal" y el fruto que da son las bicicletas.


Y poco después otro molino espectacular. En este caso se planta ante nosotros uno de los más antiguos de Holanda. Se trata de un molino que aguanta el tipo con un aplomo envidiable nada menos que desde el año 1616 (¡Más de 400 años dando vueltas!). Son figuras potentes que se repiten a lo largo de nuestro recorrido y cuya presencia impresiona. Realmente, contemplar cómo emergen las siluetas de algunos de los 1200 molinos supervivientes, es estar viendo en vivo y en directo a los protagonistas de una parte importante de la historia del país. Con esta perspectiva se hace mucho más entendible el orgullo con el que ellos repiten uno de los dichos más populares: “Dios creó la tierra, pero los holandeses creamos Holanda”. 















































La marcha continúa. La naturaleza es la nota predominante del día. Rodamos rodeados de calma, de tranquilidad, de silencio, de todas esas maravillas cada día más escasas que aporta gratuitamente lo de moverse en bicicleta de un lugar a otro del mundo. Estas sensaciones tan apetecibles predisponen a apreciar con mayor entusiasmo todos los rincones que vamos descubriendo de Holanda.


Solo un poco más adelante, en las inmediaciones de Nieuw-Beijerland, otro de esos maravillosos mastodontes se presenta majestuoso ante nosotros acompañado de un grupo de parientes contemporáneos bastante más estilizados. Los jóvenes llamados aerogeneradores han heredado la tradición familiar y también se dedican profesionalmente a domesticar los vientos. Somos testigos de cómo la cultura clásica coexiste sin complicaciones con las innovaciones tecnológicas avanzadas. Simbiosis total. Parece como si el  pasado y el presente quisieran darse la mano ante nuestros ojos. En este caso el abuelo, en excelente condición para su edad avanzada,  se presenta como "El cisne" y muestra con orgullo su carnet de identidad, en el que se lee su fecha de nacimiento: 1703.




Aún estamos a mitad de camino. Desde Nieuw-Beijerland tomamos nuevamente el ferry hasta Hekelingen, un ferry que opera ininterrumpidamente desde el siglo XIX. En un país como Holanda (y más concretamente en esta zona del país, en que las carreteras y los caminos se tropiezan a cada rato con alguno de los mil pedazos de agua en los que se ha deshecho el Rin antes de llegar hasta el mar), el transporte público acuático ha sabido estar a la altura de las circunstancias y constituye una ayuda muy importante para toda clase de desplazamientos. Hay cientos de transbordadores que de forma sencilla y rápida te ayudan a moverte de un sitio a otro sorteando con agilidad los distintos canales. 


A pesar de que estamos deseando llegar para colgar las bicicletas, decidimos adentrarnos en la pequeña localidad de Zuidland buscando un sitio para tomar algo. Lo encontramos y estamos dando buena cuenta de los espaguetis carbonara cuando, justo enfrente de mí, desbordante, tremendamente sexy y jovencísima, descubro sentada a la simpar Marilyn. ¡Qué mujer! Siempre especial, siempre eterna. Con ingenuidad estudiada simula prestar atención a alguna conversación intranscendente. No paro de observarla de reojo.  Me tienta robarle una foto pero no me atrevo. Tras dudarlo mucho decido aprovechar un momento que distraída mira hacia otro lado para hacer un único disparo furtivo. Objetivo conseguido. Ella ni se ha inmutado y yo ya me puedo ir tranquilo.



Un pequeño traspiés sin consecuencias graves. Y a  continuar.




Después quedaría todavía hacerse una foto con un elefante y otra con un caballo para culminar la faena bicicleteril en Rockanje Beach. 

Nos quedan después las visitas a Róterdam y Amsterdam, pero concluye aquí, en el mar del Norte, esto que hemos llamado "Un paseo por el Rin en bicicleta", que unos días atrás en Colonia era tan solo un proyecto, una ilusión que se ponía en marcha. Realmente este tramo final, el delta que hemos recorrido no se puede atribuir exclusivamente al Rin porque es la confluencia de varios ríos (Rin, Mosa, Escalda). A su vez, cada uno de ellos se va dividiendo en afluentes y subdividiendo en diferentes canales que van cambiando de nombre cuando se acercan al mar.

Ponemos la guinda final a la aventura ciclista con la llegada a nuestro destino. Alcanzar el objetivo provoca jolgorio, felicitaciones, orgullo y parabienes entre los miembros del quinteto. La satisfacción aflora. También algo de nostalgia. En el camino se han quedado los sudores, los momentos de flaqueza y las tensiones disparadas que siempre surgen cuando las fuerzas empiezan a flaquear. Ahora lo que toca es disfrutar y se hace. Llegar a la meta no supone alcanzar la felicidad, pero da alegría.




Con el Mar del Norte de fondo, los cinco magníficos posan tras traspasar la línea de llegada




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