martes, 30 de julio de 2019

De Duisburg a Wesel

Foto de rigor ante el Palacio de la Ópera de Duisburg y a continuación salida para cruzar el río hacia el norte, camino de Landscape Park, a donde llegamos sin problemas y en poco tiempo.









Cuando apenas llevamos recorridos 7 kilómetros, en el distrito de Duisburg, Meiderich, nos encontramos con este sorprendente Landschaftspark Duisburg Nord, una acería en desuso de 230 hectáreas en la cuenca del Ruhr. En lugar de ser demolidos, los edificios antiguos de la fábrica, los altos hornos y el gasómetro fueron aprovechados de forma ingeniosa para dar un nuevo impulso económico y social a la antigua zona industrial del Ruhr que se había deprimido. Se buscó una salida a través de proyectos de reestructuración que, de manera creativa y estética, pudiesen reutilizar esas instalaciones industriales dándoles un nuevo enfoque ecológico y cultural a la comarca. El replanteamiento y el resultado exitoso del proyecto lo han convertido en un ejemplo importante a nivel nacional e internacional que hoy recibe miles de visitantes.








Después de la visita a este curioso complejo continuamos hasta el Rin por un sendero para bicicletas de una antigua línea de ferrocarril.

Pasamos por Orsoy, un pequeño y tranquilo pueblo. A partir de aquí el paisaje se hace más monótono. Cuando vamos por Rheinberg las fuerzas comienzan a flaquear. Algunas bicicleteras consiguen un empuje extra y desinteresado para continuar la marcha. 








El resto de la etapa lo hacemos por el lado izquierdo del río, a través de las reservas naturales del Bajo Rin, hasta llegar a la ciudad hanseática de Wesel, una ciudad destruida en un 97% durante la Segunda Guerra Mundial y prácticamente diezmada a consecuencia de la misma (su población pasó de los 25.000 a los 1.900 habitantes).

jueves, 25 de julio de 2019

De Düsseldorf a Duisburg






Salimos de Düsseldorf con buen ánimo y sin demasiadas prisas camino de Duisburg. La mañana nos sonríe, un buen tono nos empuja y la temperatura nos ayuda. Viento a favor, el día promete.

El primer punto de interés que tenemos en el horizonte se encuentra en Kaiserwerth. Aunque está a unos 11 km desde el hotel, realmente está considerado como un barrio de Düsseldorf. Nos detenemos a hacer unas fotos en un parque, cerca de los edificios de Frank Gehry. Casi sin darnos cuenta, después de un rato pedaleando llegamos a nuestro primer objetivo. Lo que tenemos que ver en Kaiserwerth son las ruinas del Kaiserpfalz.

Kaiserpfalz es un Palacio Imperial que tiene más de mil años. Nada más bajarnos de las bicis tenemos la impresión de que es un espacio interesante. Tiene aspecto de haber sido algo más que un palacio, debe de haber formado parte de un gran complejo fortificado a orillas del Rin.




La ubicación es estratégica respecto al río, controlando el tránsito por sus aguas. Hay que recordar que por el Rin discurren y discurrían entonces importantes rutas comerciales. Era entonces y sigue siendo una auténtica autopista fluvial, con un flujo continuo de embarcaciones cargadas de mercaderías diversas. En el viejo complejo palaciego se aprecian restos de las antiguas murallas del recinto de más de cuatro metros de anchura, lo que da una idea del aspecto portentoso que podría tener el sólido fortín. Aunque por desgracia no queda mucho del antiguo palacio, un recorrido por estas ruinas te permite trasladarte siglos atrás e imaginar el papel que podía tener el lugar en la sociedad medieval germánica del momento.

Dice la wikipedia que ya antes había habido en el lugar un antiguo monasterio que fue destruido, presumiblemente del siglo VIII. Hay constancia documental de la existencia del palacio desde 1016 aunque la ampliación definitiva se realizó un siglo después por el emperador Federico I Barbarroja.

Cuando nosotros dábamos por terminada la visita llegó una madura pareja de israelíes que en bicis eléctricas están realizando el mismo recorrido que nosotros y con los que ya habíamos coincidido en algunos lugares anteriormente.

Al terminar el recorrido por el complejo reanudamos la marcha y cruzamos en el ferry al otro lado del río. Por la margen izquierda tenemos la posibilidad de visitar un castillo que puede ser interesante y no está demasiado alejado, únicamente supone incrementarle unos cuatro kilómetros a la etapa. El pedaleo de más vale la pena. El castillo está situado en Linn, al sureste de Krefeld, llamada la ciudad de la seda por la calidad de estos tejidos. Allá por el siglo XVIII envolverse en las codiciadas telas "made in Krefeld" llegó a convertirse en una obligación para emperadores, reyes y príncipes de la Iglesia. Al llegar a Linn encontramos en una esquina una escultura de bronce que incluye una maqueta de la ciudad y la situación del castillo, al sur de la población.



El acceso al recinto se hace a través de un puente de madera, que remata en una gran puerta con un enrejado levadizo para salvar la muralla que lo circunda. Desde la misma entrada la visión del castillo resulta espectacular, ofrece la imagen genuina de un castillo medieval. Es un precioso conjunto rodeado por un foso que servía de protección y aportaba majestuosidad al castillo, y de un pequeño lago. El marco resulta ideal para un paseo tranquilo.  

El castillo está ahí desde el siglo XII aunque sufrió una profunda remodelación doscientos años más tarde y se rodeó de una muralla poco después. En 1700 fue parcialmente destruido y estuvo medio abandonado hasta mediados del siglo XX, cuando se procedió a su rehabilitación para mostrarlo como ejemplo de las fortificaciones de estilo medieval que se construían en aquella época. Por suerte los trabajos de reconstrucción se hicieron de una forma minuciosa y hoy presenta un aspecto estupendo con un acabado estético muy llamativo, gracias al cual podemos trasladarnos sin problemas a la sociedad medieval germana e imaginar la vida palaciega del momento. 

En el interior del recinto hay varias edificaciones con antiguos aperos de labranza, el pabellón de caza, un museo arqueológico, una sala de exposiciones y un gran parque.




Nos entretenemos después comiendo algo, por lo que el resto del recorrido hasta llegar a Duisburg se realiza con pocas ganas y un pedaleo algo cansino. La meta se nos antoja cada vez más lejana, casi eterna. Al final, después de 55 kilómetros sobre la bici y con el culo algo recocido, nos detenemos ante el Palacio de la Ópera de Duisburg, donde se celebra algún acto cultural. Un grupo de titulados  luce diplomas y sonrisas para las cámaras delante del edificio, el ambiente es festivo, los semblantes trasmiten promesas de futuro. Por suerte, justo al lado de toda esta alegría un tanto desmelenada se encuentra nuestro hotel.



Damos una vuelta por Duisburg antes de recogernos y dar por terminada la jornada. Óscar nos explica que aunque no era natural de aquí (había nacido en Flandes), aquí vivió buena parte de su vida y aquí murió el famoso geógrafo Gerardus Mercator. A este astrónomo y matemático debemos la forma que tenemos actualmente de representar en plano una superficie esférica. Gracias a él tenemos los Atlas. Desde que estuvo en prisión en su país acusado de hereje por ser tolerante con el protestantismo, se trasladó a esta ciudad germana. En la plaza frente al ayuntamiento de Duisburg, la Burgplatz, hay una fuente con una estatua del célebre cartógrafo flamenco.

miércoles, 24 de julio de 2019

Düsseldorf, el pueblo del Düssel

Aunque Düsseldorf tiene poco de pueblo, en alemán Dorf significa pueblo, por lo que técnicamente Düsseldorf significa pueblo del Düssel (El Düssel es un pequeño afluente por el lado derecho del Rin). Cualquier imagen que pretenda identificar la ciudad incluye necesariamente el Rin y la Torre del Rin. El Rin es sin duda uno de los grandes atractivos de la ciudad y una referencia indiscutible de su historia, mientras que la Torre del Rin uno de sus iconos más representativos. Esta torre, construida a principios de los años 80 como torre de telecomunicaciones, destaca por su figura estilizada y su gran altura sobre el skyline de la ciudad. 

El paseo a lo largo del río (el Rheinuferpromenade) se extiende desde el casco antiguo hasta el puerto comercial (Medienhafen) y es muy concurrido desde que se ha recuperado para el tráfico peatonal. Especialmente al atardecer se llena de gente para presenciar las espectaculares puestas de sol sobre el Rin. Conforme te mueves por esta zona de Düsseldorf vas teniendo la sensación de que podrías encontrarte en cualquier ciudad española por la marcha callejera que se percibe, con gran cantidad de gente comiendo y bebiendo sentada en las escaleras al lado del río.


Esta zona del puerto, Medienhafen, se ha convertido en una zona de gran dinamismo y modernidad, uno de los enclaves turísticos más demandados. Se ha potenciado mucho desde que arquitectos internacionales de gran prestigio han llevado a cabo algunas de sus importantes obras arquitectónicas en ella y la han convertido en todo un símbolo de la ciudad. Destacan los tres edificios separados, diseñados por el célebre arquitecto estadounidense Frank Gehry, inaugurados en 1998.

Lo mismo que ha sucedido en la mayor parte de las ciudades alemanas, durante la Segunda Guerra Mundial, el casco antiguo de Düsseldorf (el Alstadt o Ciudad Vieja), sufrió graves daños y la ciudad quedó prácticamente reducida a escombros, aunque por suerte, entre los monumentos que sobrevivieron, se encontraba el Altes Rathaus (el Ayuntamiento Antiguo), un precioso edificio de estilo gótico tardío, situado en la Markplatz y construido entre 1570 y 1573.

Posiblemente no sea algo en lo que se fija todo el mundo, la gente no suele ir por el mundo fotografiando alcantarillas, pero es curioso y un tanto incomprensible el grabado que aparece en las de esta ciudad, algo que se puede interpretar como unos niños jugando. Según parece, el asunto tiene su origen en el año 1288, cuando después de una cruenta batalla fue declarada la independencia de la ciudad. Se dice que los niños de Düsseldorf lo festejaron haciendo volteretas por las calles. Hoy se identifica a Düsseldorf con esta actividad, por lo que es común ver en varios sitios (hay alguna escultura) el símbolo de los niños haciendo volteretas (los llamados Düsseldorfer Radschläger).

martes, 23 de julio de 2019

De Colonia a Duseldorf


Decidimos que la foto oficial para el arranque de nuestra aventura ciclista por el Rin deberíamos hacerla en la catedral de Colonia. Nada más adecuado. Un referente histórico, un icono mundial nos daba las bendiciones y hacía las veces de notario para nuestro diario discurso bicicletero. Tras el banderazo de salida nos despedimos con algo de nostalgia de la emblemática ciudad hanseática para centrarnos de inmediato en la ruta. Nada más salir dejamos al otro lado del río la ciudad de Leverkusen. Su avistamiento sirvió para dejar pública constancia en el grupo de nuestra incultura más absoluta. Comentamos que no sabíamos prácticamente nada de ella, casi únicamente que era la tierra del conocido equipo de fútbol alemán y que allí estaba la fábrica Bayer de productos farmacéuticos (que patrocinaba al equipo). 

Desde aquí, pedaleando por la margen izquierda del Rin, entre campos de hermosos cereales y dominados por esa euforia inicial que la ilusión incubada imprime siempre al arranque de los proyectos, tardamos muy poco en llegar a una primera meta volante, la ciudad fortificada de Zons. Llevamos unos 30 km. recorridos y nos quedan otros tantos para llegar hasta Duseldorf.

Zons no tiene el detalle de compensar nuestros sudores recibiéndonos con las puertas abiertas, como sería esperable, lo que nos obliga a bordear el medieval recinto amurallado. Por suerte nos sirve para poder apreciar de cerca la Torre y disfrutar del viejo molino de madera construido en el siglo XVII sobre una de las torres de la muralla. En algún sitio leemos que el molino disponía de una peculiaridad tecnológica revolucionaria en su momento, consistente en que su parte superior se podía girar para aprovechar mejor los vientos, viniesen de donde viniesen.

Después de tomar algo y reponer fuerzas nos disponemos a continuar. Nada más arrancar nos llama la atención un monumento de bronce con una figura y unos cerdos campeando alrededor. Allí, un cartel dice que la obra se titula Der Schweinebrunnen (que literalmente significa “La fuente de los cerdos”). Al parecer el conjunto escultórico hace alusión a un suceso  conocido en la zona como “el altercado de los cerdos de Zons”. En síntesis los hechos se remontan a 1577, cuando los soldados del arzobispo de Colonia de aquel entonces entraron en el pueblo de Zons, saquearon la población y robaron un rebaño con cincuenta cerdos. Aunque la placa dice que tiempo después los cerdos fueron devueltos por el arzobispo de Colonia, todo hace pensar que lo que se restituyó fue su importe en dinero porque de los cerdos ya habían dado buena cuenta los soldados en su día.

Pocos kilómetros más adelante una nueva escultura de bronce se cruza en nuestro camino e interrumpe nuestra marcha. Estamos en una pequeña población llamada Stürzelberg. La escultura representa a un lugareño y a un chico arrastrando con una mula una barca a orillas del Rin. Aprovechamos para tomarnos un breve respiro, hacernos unas fotos testimoniales y de inmediato continuamos nuestra marcha pedaleando hacia Duseldorf, a donde llegamos poco después, tras una etapa que al final resulta ser de 68 km.