jueves, 5 de septiembre de 2019

Róterdam


Si alguien habla de Róterdam, aunque no se haya estado allí nos da la sensación de que nos resulta cercana, nos parece familiar, creemos que es una ciudad de la que tenemos que saber muchas cosas. Pero a la hora de la verdad no somos capaces de recordar prácticamente nada importante de su historia, ni conocemos algún monumento reseñable, ni nada significativo de su arquitectura, ni recordamos algo por lo que destaque. No tenemos ni idea. La mayoría de nosotros lo único que sabe de Róterdam es que tiene un puerto muy importante y, como mucho, nos viene a la cabeza el nombre de ese hombre al que conocemos como Erasmo de Róterdam, que relacionamos con el mundo de la teología o de la filosofía. Y poco más. O nada más.



Sin embargo, te pones a dar una vuelta por la ciudad y descubres multitud de cosas que te parecen dignas de resaltarse y que deberíamos de conocer. Caminando por las calles sin ningún objetivo definido, puedes encontrarte al doblar una esquina con unas casas amarillas muy extrañas, torcidas, inclinadas, ciertamente llamativas, originales. En principio pueden pasar casi desapercibidas pero después, cuando las observas con detenimiento, compruebas que forman un conjunto espectacular. Son las llamadas Kubuswoning (las Casas Cubo). Un buen día, un arquitecto local, Piet Blom, estaba inspirado y se le ocurrió la brillante idea de girar 45 grados una casa tradicional. ¿Ingenioso, no? Quizás una aislada no tendría mucha gracia pero ¿y si lo hacemos con 32? ¿Y si, además, las montamos encima de unos pilares gigantes hexagonales? Dicho y hecho. En 1984 esta locura de un día se convirtió en una maravilla urbanística que hoy admira medio mundo. Todas estas casas están habitadas y los dueños son frecuentemente molestados por los curiosos que se acercan para conocer de cerca cómo se manejan esos espacios descolocados. Uno de los propietarios decidió sacar partido de la curiosidad turística abriendo su casa al público y cobrando la entrada. Hoy, a la vista de los resultados son varios los que han decidido por la pasta airear sus intimidades a la galería.


Otra de las sorpresas inevitables en este deambular urbano es el Erasmusbrug (el puente de Erasmo), un puente moderno, esbelto y atirantado que cruza el Nieuwe Maas y conecta el norte y el sur de la ciudad. Esta maravilla arquitectónica que se está convirtiendo en otro de los iconos de la ciudad es conocida como El Cisne y fue construido en 1996 por los holandeses Carolina Bos y Ben van Barkel, auténticos expertos en diseño y planificación urbana. La portentosa obra arquitectónica es una cierto y también lo es elegir un puente para evocar la figura de Erasmo de Róterdam. Aquí queda reflejado el rechazo que sintió toda su vida hacia el autoritasmo que impedía pensar libremente y aquí está el puente, ese camino que conecta los extremos, que permite cruzar de un lado a otro, que facilita el acercamiento entre dos orillas distanciadas.



Market Hall es un edificio ciertamente singular de reciente construcción. Tiene forma de un gran arco, una especie de hangar gigantesco con un artístico techo abovedado. En su interior se ubica un curioso mercado de alimentación, gastronómico y recreativo durante el día, que se convierte en una enorme e iluminada plaza pública y en un lugar de ocio después del cierre comercial. El Market Hall se ha convertido en uno de los principales punto de interés en la ciudad. En algunos medios no han tenido reparo en considerarlo como el mejor centro comercial del siglo XXI.

Paseando por el Oude Haven (Puerto Antiguo) llama la atención este edificio. Se llama Witte Huis (Casa Blanca). Aunque no tan conocido como su homónimo de Washington, es un edificio del que están muy orgullosos en Róterdam y en Holanda. Tienen razones porque el edificio es Monumento Nacional y Patrimonio Mundial de la Unesco. Posiblemente el título que luce con más orgullo es el de ser el primer rascacielos de Europa, aunque la ciudad le rinde pleitesía por haber sido capaz de sobrevivir a los múltiples bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial (Aún pueden verse en uno de sus laterales algunos restos de los daños que sufrió). Muchos pensaban que el suelo de Róterdam no podría soportar la construcción de un edificio de ese calibre y fue necesario derrumbar varios edificios colindantes para poder asegurar los cimientos, aunque el tiempo y los bombardeos soportados han demostrado que los temores eran  totalmente infundados. 

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