domingo, 15 de septiembre de 2019

Amsterdam, tolerante y diversa


Amsterdam (en la desembocadura del Amstel) es una de las ciudades europeas con mayor atractivo turístico, aunque lo que la hace realmente única es su diversidad, su cultura, su tolerancia, su ambiente. Nada más llegar se palpa en el aire una buena energía que invita a callejear. La ciudad vive al ritmo de las bicicletas, la arquitectura es muy específica, aún abundan los edificios de ladrillo del siglo XVII (que parecen inspirados en el clasicismo francés) que conviven y contrastan con otros de diseño vanguardista ultramoderno, los canales son un elemento añadido que le da una configuración especial, hay cafecitos pequeños con gente que lee sin prisas y se puede ver en las terrazas de las casas a gente haciendo yoga o pintando. En definitiva, un conjunto de sensaciones positivas que la hacen, nada más verla, amigable.



Amsterdam es una ciudad permisiva y tolerante. Uno de los motivos por los que es tan popular es por la presencia de los coffeshops aunque si estás buscando un rico café caliente, un coffeeshop no es el lugar indicado. Un coffeeshop en Amsterdam es un local en el que se venden y consumen legalmente pequeñas cantidades (hasta 5 gramos diarios por persona) de marihuana, hachís, alimentos preparados con cannabis y otros productos con extractos de esta planta. En los últimos años, debido a un endurecimiento de las leyes, muchos establecimientos se han visto obligados a cerrar. A día de hoy, pese a la prohibición en otras ciudades de los Países Bajos, en Amsterdam aún es posible consumir marihuana por parte de los turistas dentro de estos establecimientos. 




Te pones a caminar por cualquier sitio y llegas sin querer a la plaza Dam, el corazón peatonal de la ciudad, el lugar en el que confluyen los caminos urbanos, la cita ineludible y el mejor emplazamiento para apreciar la ejemplar convivencia entre viandantes, tranvías y bicicletas. Siempre llena de gente y siempre con algún espectáculo callejero. Se llega a ella perfectamente porque está en el centro histórico de la ciudad y a poca distancia de la Estación Central. La plaza es la puerta de acceso a las calles comerciales. En ella se encuentra el Palacio Real —que funcionó inicialmente como Ayuntamiento hasta su conversión en residencia real— y el famoso museo de cera de Madame Tussaud. Enfrente un gran obelisco llamado Monumento Nacional, construido en homenaje a los soldados holandeses caídos en la Segunda Guerra Mundial.


Otro de los puntos singulares y atractivos de la ciudad es la Museumplain, la Plaza de los Museos. En ella están ubicados tres museos importantes, el famoso Rijksmuseum (el Museo Nacional de Amsterdam, con una gran colección de obras de Rembrant y de los pintores neerlandeses del Siglo de Oro), el de Van Gogh y el Stedelijk (de arte moderno y contemporáneo). La plaza, de grandes dimensiones, abierta, es muy espectacular por su configuración y arquitectura y porque, además, aglutina a un montón de gente diversa.



La plaza, además de los museos, dispone de otro atractivo importante, el neoclásico Palacio de Conciertos (Concert-Gebouw), un espectacular edificio de un hermoso acabado neoclásico, cuyo  gran mérito no es su belleza sino el estar dotado de una contrastada acústica extraordinaria. Fue inaugurado a finales del siglo XIX y hoy por hoy está considerado como una de las tres mejores salas de conciertos del mundo (junto al Symphony Hall de Boston y el Musikverein de Viena) y la más visitada. Aquí se celebran alrededor de 800 conciertos cada año y acuden a los mismos unas 850.000 personas.

En el centro de la ciudad y abierto en cualquier época del año de lunes a sábado, el Mercado de las Flores reúne características sobradas para convertirse en otro de los puntos ineludibles en cualquier visita a Amsterdam. Por sus olores perfumados, por su colorido y por su importancia histórica. Si el tulipán es uno de los símbolos de Holanda, este mercado es su evidencia, su eje, su corazón. El Bloememmarkt es el lugar al que acuden los habitantes de la ciudad para dar rienda suelta a una de sus grandes pasiones, que es el amor a las flores. Está muy céntrico y tiene ya más de 150 años de vida.

Un restaurante que destaca en las guías turísticas es Sea Palace. Se dice (aunque es más que discutible) que es el único restaurante flotante de Europa y (de esto no hay duda) se encuentra en uno de los lugares más bellos y típicos de la ciudad, en pleno Oosterdok, muy cerca de la Estación Central. Es más bien caro (a nosotros nos metieron un clavo importante) y el comedor tiene unas vistas espléndidas. Su cocina, de influencia china e indonesia, con gusto y bien elaborada, es capaz de satisfacer a los paladares más exigentes especializados en comidas orientales.

También curioso y único es este sencillo monumento llamado Homomonument, que suele pasar desapercibido a los viandantes. Son tres triángulos rosas (uno de ellos pegado al canal) situados a diferentes niveles en cada una de las tres esquinas de otro triángulo gigante. Se ha tomado como referencia el triángulo rosa, porque los homosexuales detenidos en campos de concentración debían portar durante la época nazi un triángulo rosa, un símbolo que más tarde fue adoptado por el movimiento de liberación gay. Entre 10.000 y 15.000 homosexuales fueron enviados a campos de concentración, donde murieron un 60%. Aunque el Homomonument se describe a menudo como un monumento a las víctimas gais de los nazis, la intención es homenajear a los gais y lesbianas que han sufrido y sufren persecuciones en todo el mundo por su condición sexual.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Amsterdam, el paraíso de las bicis


Desde siempre ha habido gente que ha utilizado la bicicleta para hacer deporte o para pasear. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, razones de diversa índole y la necesidad de cuidar el planeta —fundamentalmente—, han propiciado el desarrollo notable de su utilización para otros menesteres. Ya somos muchos los que la usamos habitualmente como vehículo: para asistir al trabajo, para hacer la compra, para movernos de un lado a otro o para ir de vacaciones.


Holanda es el país del mundo en el que más se usa la bicicleta. Hay más bicicletas que habitantes y a los niños en la escuela se les realiza un examen de conducción de bicicletas cuando tienen 9 años. La cuarta parte de los desplazamientos que llevan a cabo los habitantes de país se realiza en bicicleta, bastante más que en Dinamarca o Alemania y muchísimo más que en España o Francia. Y en este sentido se puede decir que Ámsterdam se lleva la palma porque posiblemente sea la ciudad del mundo más amigable con los ciclistas. Uno puede relacionar Ámsterdam con tulipanes, con canales o con coffe-shops. Son símbolos identitarios de la ciudad. Pero, sobre todo y especialmente se asocia el nombre de Ámsterdam con bicicletas. No importa la climatología ni la época del año: Amsterdam está siempre plagada de bicicletas.

Nada más apearse en la Estación Central se puede dar uno cuenta de ello: la calle es un flujo continuo de ciclistas de todas las edades y clases sociales. Prácticamente desde que comienza a amanecer circulan en bicicleta mujeres elegantes camino de la oficina, jóvenes que van al instituto o la universidad, trajeados hombres de negocios, gente que lleva la compra en la cesta, padres que transportan a sus hijos pequeños a la guardería, repartidores de comida a domicilio y otros que pasean al perro. Se puede decir sin temor a equivocarse que Ámsterdam es la ciudad más cómoda del mundo para los ciclistas.

No cabe duda de que el uso habitual de la bicicleta supone importantes beneficios para el conjunto de la sociedad: no aumenta la contaminación ni se contribuye al cambio climático, ahorramos petróleo, disminuyen los gastos en asistencia sanitaria, se reduce el número de muertes por accidente, etc., aunque también entraña algunos inconvenientes. En Ámsterdam ya es un problema serio la falta de espacio para aparcar bicicletas: hay bicis en todas partes y desde hace tiempo en los lugares más frecuentados no queda sitio material para candar tanta bici. El Ayuntamiento de la ciudad trabaja muy seriamente en este tema con el fin de poder alojar más bicicletas y evitar tener que estar retirando constantemente las bicicletas mal aparcadas. El futuro se busca en los aparcamientos subterráneos. En superficie ya los hay de todo tipo, en las aceras, a varios niveles, cubiertos, privados, flotantes o de cuatro pisos sobre el agua. Lo importante es que sean prácticos, que estén cerca de los nudos de transporte y que no haya que emplear mucho tiempo en aparcar y recoger la bicicleta.



En estos momentos se está construyendo en Ámsterdam frente a la entrada principal de la Estación Central un gigantesco aparcamiento subterráneo para 7.000 bicicletas que acapara la atención de propios y extraños. En cualquier otro lugar un aparcamiento subterráneo no entraña mayores complicaciones, se trata simplemente de excavar y después construir el aparcamiento, pero en este caso la cosa se complica. Hay que tener en cuenta que la altitud de la ciudad es negativa, se encuentra un par de metros por debajo del nivel del mar. Gran parte de Amsterdam está construida sobre terrenos que se le han robado al Mar del Norte, lo que dificulta y hace especialmente complicada la obra del aparcamiento que se realiza bajo el agua, a nueve metros de profundidad desde el nivel de la plaza. Está prevista su inauguración para 2020, pero dadas las dificultades encontradas es probable que las bicicletas no puedan empezar a aparcar allí hasta un poco más tarde.

Nada que ver con España, donde casi no hay ni aparcamientos ni sitio para dejar las bicicletas, por lo que muy a menudo las vemos en los balcones, atadas a una farola o a una señal de tráfico, o bien alojadas en trasteros o en el interior de las casas.

Esta relación envidiable de Amsterdam con las bicicletas tiene también su lado oscuro. Tanta bicicleta al alcance de la mano, tan accesible, despierta las ansias delictivas de los amigos de lo ajeno. Son muchas las que se roban cada año delante de las viviendas de sus propietarios. No se puede conocer con precisión el número porque gran parte de los robos no se denuncian, dada la práctica imposibilidad por parte de la policía para investigarlos. Se calcula que puede oscilar entre 50.000 y 80.000. Muchas de ellas no vuelven a aparecer nunca y otras muchas se van encontrando en el fondo de los canales (unas 15.000). El Ayuntamiento de la ciudad tiene que limpiar periódicamente el fondo de los canales porque las bicis llegan incluso a impedir en algunos casos la navegabilidad.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Róterdam


Si alguien habla de Róterdam, aunque no se haya estado allí nos da la sensación de que nos resulta cercana, nos parece familiar, creemos que es una ciudad de la que tenemos que saber muchas cosas. Pero a la hora de la verdad no somos capaces de recordar prácticamente nada importante de su historia, ni conocemos algún monumento reseñable, ni nada significativo de su arquitectura, ni recordamos algo por lo que destaque. No tenemos ni idea. La mayoría de nosotros lo único que sabe de Róterdam es que tiene un puerto muy importante y, como mucho, nos viene a la cabeza el nombre de ese hombre al que conocemos como Erasmo de Róterdam, que relacionamos con el mundo de la teología o de la filosofía. Y poco más. O nada más.



Sin embargo, te pones a dar una vuelta por la ciudad y descubres multitud de cosas que te parecen dignas de resaltarse y que deberíamos de conocer. Caminando por las calles sin ningún objetivo definido, puedes encontrarte al doblar una esquina con unas casas amarillas muy extrañas, torcidas, inclinadas, ciertamente llamativas, originales. En principio pueden pasar casi desapercibidas pero después, cuando las observas con detenimiento, compruebas que forman un conjunto espectacular. Son las llamadas Kubuswoning (las Casas Cubo). Un buen día, un arquitecto local, Piet Blom, estaba inspirado y se le ocurrió la brillante idea de girar 45 grados una casa tradicional. ¿Ingenioso, no? Quizás una aislada no tendría mucha gracia pero ¿y si lo hacemos con 32? ¿Y si, además, las montamos encima de unos pilares gigantes hexagonales? Dicho y hecho. En 1984 esta locura de un día se convirtió en una maravilla urbanística que hoy admira medio mundo. Todas estas casas están habitadas y los dueños son frecuentemente molestados por los curiosos que se acercan para conocer de cerca cómo se manejan esos espacios descolocados. Uno de los propietarios decidió sacar partido de la curiosidad turística abriendo su casa al público y cobrando la entrada. Hoy, a la vista de los resultados son varios los que han decidido por la pasta airear sus intimidades a la galería.


Otra de las sorpresas inevitables en este deambular urbano es el Erasmusbrug (el puente de Erasmo), un puente moderno, esbelto y atirantado que cruza el Nieuwe Maas y conecta el norte y el sur de la ciudad. Esta maravilla arquitectónica que se está convirtiendo en otro de los iconos de la ciudad es conocida como El Cisne y fue construido en 1996 por los holandeses Carolina Bos y Ben van Barkel, auténticos expertos en diseño y planificación urbana. La portentosa obra arquitectónica es una cierto y también lo es elegir un puente para evocar la figura de Erasmo de Róterdam. Aquí queda reflejado el rechazo que sintió toda su vida hacia el autoritasmo que impedía pensar libremente y aquí está el puente, ese camino que conecta los extremos, que permite cruzar de un lado a otro, que facilita el acercamiento entre dos orillas distanciadas.



Market Hall es un edificio ciertamente singular de reciente construcción. Tiene forma de un gran arco, una especie de hangar gigantesco con un artístico techo abovedado. En su interior se ubica un curioso mercado de alimentación, gastronómico y recreativo durante el día, que se convierte en una enorme e iluminada plaza pública y en un lugar de ocio después del cierre comercial. El Market Hall se ha convertido en uno de los principales punto de interés en la ciudad. En algunos medios no han tenido reparo en considerarlo como el mejor centro comercial del siglo XXI.

Paseando por el Oude Haven (Puerto Antiguo) llama la atención este edificio. Se llama Witte Huis (Casa Blanca). Aunque no tan conocido como su homónimo de Washington, es un edificio del que están muy orgullosos en Róterdam y en Holanda. Tienen razones porque el edificio es Monumento Nacional y Patrimonio Mundial de la Unesco. Posiblemente el título que luce con más orgullo es el de ser el primer rascacielos de Europa, aunque la ciudad le rinde pleitesía por haber sido capaz de sobrevivir a los múltiples bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial (Aún pueden verse en uno de sus laterales algunos restos de los daños que sufrió). Muchos pensaban que el suelo de Róterdam no podría soportar la construcción de un edificio de ese calibre y fue necesario derrumbar varios edificios colindantes para poder asegurar los cimientos, aunque el tiempo y los bombardeos soportados han demostrado que los temores eran  totalmente infundados. 

lunes, 2 de septiembre de 2019

De Dordrecht a Rockanje Beach

La noche ha tenido sus dificultades para algunos. También en un buen hotel (y el Hotel Postillion de Dordrecht lo es, sin duda) pueden surgir contratiempos inesperados. Y no es esperable que la puerta del cuarto de baño se quede obstinadamente atrancada (las puertas, a veces, son de una terquedad inquietante). Y tampoco es esperable que te des cuenta precisamente cuando a las tres de la mañana te despiertas con unas ganas insoportables de ir al servicio. Y menos previsible si cabe, es que trates de recurrir al personal del hotel y no encuentres a nadie en recepción que te eche una mano para solucionar el problema. Pero bueno, esta clase de percances no dejan de ser eso y al final, de una forma u otra, se arreglan y se olvidan. Olvidado está. Ahora toca bicicleta.


La mañana se presenta un tanto inquietante para el bicicleteo por culpa de la amenaza de lluvia que se anuncia desde los cielos. Desempolvados los chubasqueros nos hacemos la foto inicial de esta última etapa del recorrido.

Nos llama poderosamente la atención la zona privilegiada reservada para las mujeres frente a la entrada principal. Después de los comentarios pertinentes lo catalogamos como un intento de discriminación positiva y manifestamos nuestro desacuerdo. No encontramos razones para pensar que se trate de algo hecho con el fin de reparar una situación de desventaja para la mujer. Probablemente al hotel acudan muchas ejecutivas pero hay que aspirar a no dispensar a las personas tratos diferentes por el mero hecho de que unas lleven corbata y otras tacones.
















Desde Dordrecht, pedaleando por los pólders y muy cerca de Maasdan nos encontramos con esta extraña especie de árbol. Se puede llamar "bicicletal" y el fruto que da son las bicicletas.


Y poco después otro molino espectacular. En este caso se planta ante nosotros uno de los más antiguos de Holanda. Se trata de un molino que aguanta el tipo con un aplomo envidiable nada menos que desde el año 1616 (¡Más de 400 años dando vueltas!). Son figuras potentes que se repiten a lo largo de nuestro recorrido y cuya presencia impresiona. Realmente, contemplar cómo emergen las siluetas de algunos de los 1200 molinos supervivientes, es estar viendo en vivo y en directo a los protagonistas de una parte importante de la historia del país. Con esta perspectiva se hace mucho más entendible el orgullo con el que ellos repiten uno de los dichos más populares: “Dios creó la tierra, pero los holandeses creamos Holanda”. 















































La marcha continúa. La naturaleza es la nota predominante del día. Rodamos rodeados de calma, de tranquilidad, de silencio, de todas esas maravillas cada día más escasas que aporta gratuitamente lo de moverse en bicicleta de un lugar a otro del mundo. Estas sensaciones tan apetecibles predisponen a apreciar con mayor entusiasmo todos los rincones que vamos descubriendo de Holanda.


Solo un poco más adelante, en las inmediaciones de Nieuw-Beijerland, otro de esos maravillosos mastodontes se presenta majestuoso ante nosotros acompañado de un grupo de parientes contemporáneos bastante más estilizados. Los jóvenes llamados aerogeneradores han heredado la tradición familiar y también se dedican profesionalmente a domesticar los vientos. Somos testigos de cómo la cultura clásica coexiste sin complicaciones con las innovaciones tecnológicas avanzadas. Simbiosis total. Parece como si el  pasado y el presente quisieran darse la mano ante nuestros ojos. En este caso el abuelo, en excelente condición para su edad avanzada,  se presenta como "El cisne" y muestra con orgullo su carnet de identidad, en el que se lee su fecha de nacimiento: 1703.




Aún estamos a mitad de camino. Desde Nieuw-Beijerland tomamos nuevamente el ferry hasta Hekelingen, un ferry que opera ininterrumpidamente desde el siglo XIX. En un país como Holanda (y más concretamente en esta zona del país, en que las carreteras y los caminos se tropiezan a cada rato con alguno de los mil pedazos de agua en los que se ha deshecho el Rin antes de llegar hasta el mar), el transporte público acuático ha sabido estar a la altura de las circunstancias y constituye una ayuda muy importante para toda clase de desplazamientos. Hay cientos de transbordadores que de forma sencilla y rápida te ayudan a moverte de un sitio a otro sorteando con agilidad los distintos canales. 


A pesar de que estamos deseando llegar para colgar las bicicletas, decidimos adentrarnos en la pequeña localidad de Zuidland buscando un sitio para tomar algo. Lo encontramos y estamos dando buena cuenta de los espaguetis carbonara cuando, justo enfrente de mí, desbordante, tremendamente sexy y jovencísima, descubro sentada a la simpar Marilyn. ¡Qué mujer! Siempre especial, siempre eterna. Con ingenuidad estudiada simula prestar atención a alguna conversación intranscendente. No paro de observarla de reojo.  Me tienta robarle una foto pero no me atrevo. Tras dudarlo mucho decido aprovechar un momento que distraída mira hacia otro lado para hacer un único disparo furtivo. Objetivo conseguido. Ella ni se ha inmutado y yo ya me puedo ir tranquilo.



Un pequeño traspiés sin consecuencias graves. Y a  continuar.




Después quedaría todavía hacerse una foto con un elefante y otra con un caballo para culminar la faena bicicleteril en Rockanje Beach. 

Nos quedan después las visitas a Róterdam y Amsterdam, pero concluye aquí, en el mar del Norte, esto que hemos llamado "Un paseo por el Rin en bicicleta", que unos días atrás en Colonia era tan solo un proyecto, una ilusión que se ponía en marcha. Realmente este tramo final, el delta que hemos recorrido no se puede atribuir exclusivamente al Rin porque es la confluencia de varios ríos (Rin, Mosa, Escalda). A su vez, cada uno de ellos se va dividiendo en afluentes y subdividiendo en diferentes canales que van cambiando de nombre cuando se acercan al mar.

Ponemos la guinda final a la aventura ciclista con la llegada a nuestro destino. Alcanzar el objetivo provoca jolgorio, felicitaciones, orgullo y parabienes entre los miembros del quinteto. La satisfacción aflora. También algo de nostalgia. En el camino se han quedado los sudores, los momentos de flaqueza y las tensiones disparadas que siempre surgen cuando las fuerzas empiezan a flaquear. Ahora lo que toca es disfrutar y se hace. Llegar a la meta no supone alcanzar la felicidad, pero da alegría.




Con el Mar del Norte de fondo, los cinco magníficos posan tras traspasar la línea de llegada